A mediados de abril los días son húmedos en Santiago. Una lluvia fina y persistente empapa las piedras de la zona vieja. Con las últimas horas de la tarde unos tímidos rayos de sol se cuelan entre las nubes y llenan de reflejos dorados las galerías que miran hacia el Obradoiro. Apenas hay gente. Los reflejos dorados duran apenas unos minutos y cuando la luz va a cambiar los colores se desvanecen y el gris se impone de nuevo sobre los tonos rosas, violetas y púrpuras. Seguirá lloviendo.
2 comentarios:
Fermoso á vez que inquietante, por un momento semella que hai lume nas entrañas da casa
Si, a luz foi moi suxerente.
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