En el centro de Portugal, en Ribatejo a orillas del río Nabão, se asienta Tomar que alberga un imponente convento que data del s. XII y fue fundado por la Orden Templaria. Alzado en una colina y rodeado de bosques el cuartel general de la orden y ahora Patrimonio de la Humanidad, es una fascinante joya arquitectónica llena de misterio.
Fundado por el Gran Maestre Gualmin Pais en 1160 en el lugar donde hubo un asentamiento islámico de los s. IX - XII, contiene patios, salas capitulares y capillas que se fueron ampliando por reyes y maestres a lo largo de varios siglos. La estructura fortificada muestra elementos arquitectónicos de oriente medio como la torre del homenaje o el alambor (talud en la base de la muralla que impedía los asaltos y rechazaba los proyectiles). Intramuros se encontraba la alcáçova (alcazaba o fortificación) destinada a residencia de los caballeros templarios, la almedina también fortificada donde se instalaba el burgo y el oratorio en forma de rotonda, al igual que el Santo Sepulcro de Jerusalem.
Cuando la Orden de los Caballeros Templarios fue disuelta en 1319 el castillo pasó a ser propiedad de la Orden de Cristo que lo convirtió en su sede en 1357. En el s. XVI las grandes campañas emprendidas por los caballeros Dom Manuel y Dom João III llevaron a la ampliación del convento ocupando el área habitada Arrabalde de San Martinho.
Los elementos más característicos de la visita son la Charola o iglesia templaria del s. XII donde está el oratorio circular y una sala capitular plateresca con un coro, los Claustros do cemitério e da lavagem (abluciones) del s. XV donde los donatos (sirvientes sin votos religiosos) hacían trabajos domésticos y lavaban los hábitos en las pilas del suelo de tierra, la Sala Capitular con su famosa ventana manuelina del lado oeste, el Claustro de Santa Bárbara y el Claustro Principal de estilo renacentista de 1587 con sus sinuosas escaleras de caracol.
Visitamos el castillo una lluviosa tarde de finales de diciembre. El lugar adquiría una atmósfera irreal con la luz gris del atardecer, la piedra mojada y los líquenes verde brillante. Las últimas luces azul oscuro del final de la tarde, las estancias iluminadas con luces débiles, la humedad y la extraña sensación de que no estábamos solos producía una inquietud que sólo se puede percibir en lugares como éste.
3 comentarios:
!Me ha fascinado este sitio! Gran trabajo fotográfico.
Muchas gracias!!!
Realmente es así, un lugar fascinante y misterioso. Como todo lo que rodea a los templarios.
Esa luz de solpor nunca decepciona!!
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