Una noche antes de que llegara la primavera la Luna nos regaló su cara más grande y brillante. La Luna llena del 19 de marzo coincidió con su paso por el perigeo y estuvo a tan solo 356.580 km de nosotros
Salió sobre las 19:30 cuando todavía había luz del ocaso en el cielo, enorme y brillante levantándose sobre los feos edificios de la ciudad. Hacia la medianoche volvimos a visitarla y ya estaba alta y blanca. Era entonces cuando alcanzaba su diámetro aparente más grande.
Al amanecer, cuando fuimos a verla ponerse todavía le quedaba un buen rato hasta alcanzar el horizonte y esperamos pacientes mientras ella cambiaba de color y las primeras luces del alba teñían el cielo por el este. Hacía frío y la tranquilidad del amanecer estaba surcada por el canto de los pájaros que despiertan antes que la ciudad.
Sobre las 7:15 se volvió roja y lentamente fue desapareciendo. El Sol ya estaba aquí para tomar el relevo.
A pesar de que me hubiera gustado verla salir en el campo rodeada de encinas sobre un cielo limpio disfruté enormemente con una superluna que no se veía desde hacía 18 años. Ver esos días su influencia en las mareas también debió ser todo un espectáculo.