lunes, 22 de noviembre de 2010

esos ojos negros


Después de callejear un rato por las cuestas del Rastro apretujado entre las multitudes fui a comer a La Latina. Era aún temprano y al terminar decidí caminar sin prisas hasta Tribunal. El tiempo estaba cambiando y las nubes que habían ya cubierto el cielo anunciaban lluvias. El viento frío hacía desapacible el mediodía y arremolinaba las hojas caídas en las aceras. Me subí la cremallera de mi chaqueta y empecé a caminar por las callejas en dirección a la Plaza Mayor mientras la gente todavía llenaba los bares alargando la hora del tapeo. Entonces la vi. Hubiera pasado desapercibida, pero algo me hizo mirar hacia allí y detenerme ante el cristal que nos separaba. Sus ojos me miraban sin parpadear y yo no podía apartar mi mirada de la suya. Así permanecimos un tiempo, manteniendo las miradas y haciéndonos los dos la misma pregunta, sabiendo los dos la respuesta. No volví a verla pero la curiosidad pintada en su cara y su mirada traviesa permanecen como un recuerdo imborrable.