Han pasado muchos años, tantos que las arrugas de su frente casi no pueden contarlos. Ha visto muchas cosas en esta calle y ha compartido tantos y tantos secretos con su amiga... Conoce al detalle la vida de cada una de las personas que tiene como vecinas. Sabe cosas que nadie imaginaría.
Desde que tiene memoria recuerda pasar las tardes al fresco, en compañía de su amiga y de esas dos sillas de madera que han visto envejecer con tanta dignidad a las dos mujeres. La misma dignidad, elegancia y nobleza, el mismo porte. El tiempo no ha perdonado a ninguna pero si ha querido mantener una parte de lo que un día fueron.
Ellas ya no están sentadas al fresco en la calle. Ya no queda nada de su cotidiana presencia. Nada excepto el recuerdo.
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